martes, 29 de marzo de 2005

China 2 (Cirque du Soleil)

Lugar del robo. Cirque du Soleil, 23 de marzo de 2005. Barcelona a las 21 horas.

La carpa está llena. Antes nos han dicho que la mitad de los artistas del circo son chinos.
El objetivo explícito del Circo del Sol es la mezcla de las artes (ópera, danza, malabarismo, humor,coreografía, maquillaje, vestuario) y culturas; china (sobre todo) polinesia, occidental. No hay nada de árabe (ni siquiera una gota) y muy poco de africano. El circo es un vehículo privilegiado para estos ambiciosos propósitos, es el espectáculo más antiguo y está `presente en las tradiciones de todos los pueblos y en el alma de todas las personas. (Mi circo es propiedad del malvado Malandrín, un pionero de la explotación infantil, sale en "La Vuelta al mundo de los dos Pilletes" de Henri Vaulxy y Arnould Galopin.)

El Circo del Sol huele bien y todo está limpio porque no hay animales. Los artistas lucen trajes impecables (no hay carreras en las medias de las acróbatas)y, por supuesto, se cumplen todas las medidas de seguridad. En los números de riesgo, un cable casi invisible sujeta a los artistas por la espalda a la altura de la columna dorsal. La carpa tiene calefacción, no se permite fumar, tampoco entrar o salir una vez a comenzado un número hasta que éste termina. Existe una antecarpa donde se venden perritos calientes (a siete euros), camisetas y máscaras de papel maché (ni me molesto en preguntar el precio). El público también es (somos, soy) limpio y bien vestido como corresponde a quien puede permitirse pagar una entrada de sesenta euros.
Hay dos números de extrema dificultad, aunque todos son extraordinarios. EL primero es de contorsionismo y lo protagoniza una niña china que dudo tenga más de diez años. Apoya la palma de la mano sobre un pequeño taburete y sobre ella incorpora todo el peso de su cuerpo hasta erguirse lentamente y situarse cabeza abajo. Sin modificar la posición va ejecutando distintas modalidades de retorcimiento del tronco y las extremidas y se transforma sucesivamente en araña, escorpión, libélula o mariposa. Las metamorfosis se producen con movimientos muy lentos,sinuosos, casi es posible sentir el giro de la cadera en la cadera propia y sobre todo me duele el codo y la muñeca porque no puedo sujetar el peso de mi cuerpo. Observo al espectador que está sentado junto a mi que se acaricia la muñeca. La niña no padece, su rostro es una máscara triste y sus movimientos son perfectos y, sencillamente, imposibles. El número dura entre diez y quice minutos y en un sola vez la contorsionista cambia la mano de apoyo.
Mientras aplaudo deseo fervorosamente conocer a esa niña china, saber quienes son sus padres, como puede trabajar en un circo tan limpio, si le gusta lo que hace, cuanto duran las sesiones de adiestramiento cuanto cuesta alcanzar la perfección y la pureza, cual es el precio, quienes son sus mejores amigas y a quien admira.
El segundo número es de malabarismo con bolas, bolas no muy grandes algo más que una pelota de tenis. El artista es varón de unos treinta años y llega a manejar hasta seis bolas que giran sobre su cabeza. A lo largo del ejercicio ejecuta distintas variantes y recoge las bolas con los hombros, los codos la espalda. No hay errores, Ronaldiño a su lado es un aprendiz (no exagero) además éste baila mientras esquiva la gravedad. Baila danza contemporánea con movimientos prestados del break dance. Recuerdo la novela "El Médico", un best seller de ¿Gordon?, un malabarista medieval pasaba años y años aprendiendo un número parecido, cada vez que introducía una nueva bola tardaba años en volver a dominar el ejercicio. El de la novela llegaba hasta cinco, el malabarista del Circo del Sol se lo hace con seis y hasta siete (el asistente la ha lanzado una bola roja) es imposible que ésta no caiga al suelo porque sólo le caben tres bolas en cada mano de no ser... que haga un movimiento de serpiente con el cuello y la última bola, la imposible, se situe mansamente en su nuca como si ese fuera el lugar que le hubiera sido destinado desde el Bing Bang.

Los payasos son vitríolicos, excepcionales. Amenizan el espectáculo entre número y número se ríen de si mismos, de los espectadores, ¡del propio circo y sus perfecciones!. Esos payasos sí son mis payasos. No hablan sino que emiten sonidos guturales, ininteligibles (el lenguage para hablar de lo inefable). Todo es cristalino, también la risa y el llanto que provocan.

De regreso, desazón y añoranza. Nada queda de las axilas de Burt Lancaster, ni de Pinito del Oro balanceándose en el trapecio. No huele a caballo.

Releo lo escrito y me pongo en el lugar del que todavía no a ido al Circo del Sol.
¡Ni se le ocurra dejar de hacerlo! yo soy un sentimental.

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