lunes, 31 de octubre de 2005

In This World



Lugar del robo: Diario íntimo de Bruce (Escrito fechado el 24/08/05)


Hay quien no tiene nada. En “In This World”, la película de Winterbotton que ayer volví a ver en Canal Satélite Digital, un niño pakistaní de unos doce o trece años, emprende un arriesgado viaje cuyo destino final es Londres. Huye hacia la vida. Su lugar de origen es un aldea semiderruida rodeada de una ilimitada llanura monegrina. Le acompaña un amigo, algo más mayor, que morirá durante el viaje. Recorre Irán, Turquía (Estambul), Grecia, Italia (Trieste) y Francia (Normandía). Nada en el viaje está planificado y la dotación económica de partida es cero, sólo existe una fuerza, un deseo, unas ansias desbordantes. Chapurrea el inglés. El futuro no existe, (solo una idea, Londres) y, por tanto, debe construirse en cada momento. Lo que va a ocurrir la próxima hora es un enigma. No hay NADA seguro, y mucho menos ASEGURADO. Casi al final de la película, vemos al protagonista en una playa de Normandía. Fuma un cigarrillo y tiene la mirada triste, su compañero de viaje ha muerto y su familia está lejos. En las siguientes tomas le vemos jugando un partido de fútbol en esa misma playa. Varios chiquillos, y no tan chiquillos, han improvisado un partido para dulcificar la espera. Ansían un barco para pasar como polizontes al otro lado, al Reino Unido. Juegan alegremente, como si la vida les sonriera y uno piensa; ¡Dios! ¿De donde obtendrán ese Deseo por el que sobreviven, esa FE injustificada pero al tiempo indómita? Y la respuesta se me hace evidente apenas me formulo la pregunta: de un proyecto, de una creencia.
Cuando el arte de vivir se transforma en la defensa de un patrimonio (sea grande o pequeño) la vida se apaga. Es el sueño del burgués, verse confortablemente muerto en un sillón, al calor, que ya no siente, de la chimenea, acompañado de un perro que también está muerto. En el secreter, todos los papeles están en regla. In this world…

martes, 25 de octubre de 2005

Juanito O. y Edurne P.

Lugar del robo: Diario íntimo de Bruce. (Escrito fechado el 22/09/04)

Reconozco que siempre me han cargado los alpinistas, o montañeros como les decíamos hace años. Cuando era un muchacho, el montañismo era una actividad muy reputada entre las Fuerzas Vivas. Los sotanados tenían muy bien conceptuados a aquellos jóvenes que, sin otra recompensa que la satisfacción personal, ascendían cumbres y se acercaban un poco al cielo. Los militares y los paramilitares (aquí se llamaban falangistas) elogiaban las virtudes masculinas del escalador; constancia, resistencia, valor y amor a la patria (siempre llevaban una banderita para colocarla en la cima.) Un montañero era un alma blanca cabalgando sobre dos cojones bien puestos, una interesante mezcla de santidad y testosterona.
La práctica del montañismo tenía además una ventaja adicional para "las familias". Al ocupar los fines de semana y los puentes con una actividad noble, se evitaban las tentaciones y las actividades reprobables; discotecas, malos compañías, golfeo callejero, droga y todo aquello que tarde o temprano, más bien temprano, conduce a la promiscuidad y al libertinaje que son, como todo el mundo sabe, los pedales de la bicicleta del diablo.

Como puede verse por lo anterior soy presa de todo tipo de prejuicios con relación a los escaladores y, por tanto, lo que viene a continuación debe cogerse con pinzas teniendo en cuenta que el que suscribe no sería un juez imparcial si quien ocupara el banquillo fuese un trotacumbres, un coleccionista de ochomiles. Viene a cuento la perorata por la reiterada presencia en los medios de Juanito O. Y Edurne P. Ambos sufrieron graves congelaciones tras el accidentado descenso del pico K2 que, antes, habían coronado con éxito. Juanito O. es el alpinista que más ochomiles ha conquistado y Edurne P. una de las mujeres más reputadas en el alpinismo internacional. Ambos comparten habitación el hospital de la MAZ donde el doctor A. máximo especialista en congelaciones, les aplica tecnología punta para salvar el máximo de dedos posibles y que, nuestros héroes, puedan seguir escalando cumbres. La cobertura periodística de esta aventura, también de otras parecidas corrió a cargo del programa "Al filo de lo imposible". En este programa se filman todo tipo de hazañas en las que aventureros de toda índole y condición se afanan en la noble actividad de jugarse la vida para ejemplo y deleite de los más pequeños ( es un programa muy recomendado en las escuelas). Estos aventureros de nuevo cuño se distinguen del aventurero tradicional en los motivos por los que asumen el riesgo. El aventurero tradicional, el novelesco, se juega la vida por una causa noble (o considerada noble en el momento en el que se desarrolla la acción) en general salvar la vida de inocentes. Su aventura tiene un propósito ajeno al protagonista mismo. El aventurerismo contemporáneo, el que sale en televisión, no tiene motivo alguno sino "el placer de la aventura" o "la superación de un desafío" eufemismos que apenas encubren una ansiedad muy masculina y ascentral; demostrar que uno mea más lejos que nadie o que la tiene más larga que nadie. El alpinismo de hecho se considera un deporte.
No tengo nada contra los osados. Asumo que hay quien, para disfrutar de la vida necesita flirtrear con la muerte. Ahora bien, estoy contra la consideración altruista que generalmente se tiene de los practicantes de este tipo de actividades que se consideran ejemplificadoras y fomentables y aptas para todos públicos. Más bien pienso al contrario, los profesionales del riesgo, los frecuentadores del límite no suelen ser personas altruistas sino todo lo contrario, dedican su vida a la satisfacción de su impulso básico sin tener muy en cuenta a sus familias o amigos que sufren ante la razonable posibilidad de la muerte de un ser querido. Tampoco estoy de acuerdo que, a los practicantes de tan estrambótica obsesión, se les considere héroes y que se financien con fondos públicos sus expediciones con la condición de colocar en el pico la banderita de su comunidad autónoma y, menos todavía, de costear peligrosos rescates y no estoy hablando de abandonarlos a su suerte sino simplemente propongo que, en último término, los costes de las expediciones deberían correr a cuenta de los expedicionarios y sus agrupaciones.
En un diario escrito a cuenta de un viaje al sudeste asiático, Escohotado relata un viaje relámpago al Amazonia con el interesante propósito de consumir todo tipo de drogas que la rica flora autóctona proporciona en tan exóticos parajes. Varios adultos originarios de distintos países, entre ellos nuestro hombre, se reúnen para vivir experiencias perceptivas a través de la ingestión de sustancias psicotrópicas. Todos ellos eran conscientes que asumían un riesgo al consumir sustancias potencialmente tóxicas. ¿A alguien se le ocurre financiar este tipo de expediciones con fondos públicos? ¿Debemos fomentar entre nuestros pequeños consoleros tan peligrosas experiencias? Ni siquiera Escohotado, al que tengo por erudito y razonable, sería partidario de semejante cosa.
¿Por qué no tratamos de la misma forma las respetables peripecias de J. O: y E. P.? ¿Por qué son ellos tan loables?

¡Montañas nevadas, banderas al viento...!

viernes, 21 de octubre de 2005

El tamaño de las virtudes

Lugar del robo: Diario íntimo de Bruce (Escrito fechado el 17/10/05)


Gustavo Martín Garzo cita en El País a Natalia Ginzburg partidaria de enseñar a nuestros hijos las grandes virtudes en lugar de las pequeñas. Escuchemos:

"No el ahorro, sino la generosidad y la indiferencia ante el dinero; no la prudencia sino el coraje y el desprecio por el peligro; no la astucia sino la franqueza y el amor por la verdad, no la diplomacia sino el amor al prójimo y la abnegación; no el deseo de éxito sino el deseo de ser y de saber...."
Me examino de estos cino mandamientos. Saco un cero. Lo que me gusta de la cita de Ginzburg es la fuerza con la que chocan conceptos que no son gramaticalmente opuestos. Observe lector, observa pécora:

Ahorro------- Generosidad
Prudencia---- Coraje
Astucia------ Franqueza
Diplomacia--- Amor


Lo opuesto de ahorrar es despilfarrar pero ¿acaso puede ser generoso un ahorrador?. Lo opuesto de prudente es imprudente pero ¿donde guardan los prudentes la pasión necesaria para el coraje?. Los astutos suelen obtener lo que desean, son rápidos, eficaces pero, me pregunto: ¿cómo puede un astuto ser franco?. Por cierto ¿Conocen a algún diplomático que se haya enamorado? (No valen los de la novelas de Graham Green, hay que basarse en el mundo real).

jueves, 20 de octubre de 2005

Bloom frente a Darwin


Lugar del robo: Diario íntimo de Bruce (escrito fechado el 19/09/05)



Babelia entrevista a Harold Bloom.
Bloom, invierte la explicación habitual que del escritor y su obra hace la Crítica convencional que entiende el binomio autor-obra estudiando sus determinantes. Podría decirse así de un escritor cualquiera de una época cualquiera: "La novela de X refleja la depresión económica de la posguerra; sus personajes son supervivientes en tiempos difíciles….." En otras palabras, se entiende a X como producto "natural" de una época, una situación personal o un contexto sociocultural determinado. Bloom circula en sentido contrario: no es la época la que condiciona al escritor sino el escritor o mejor, su obra, la que determina la época. La literatura, o al menos la literatura esencial, la canónica, no es el efecto de un momento o un espacio histórico sino la causa de un momento o un espacio venidero. Así, creo yo, hay que entender a Bloom cuando dice refiriéndose a los occidentales: " Somos una invención de Shakespeare".
La trascendencia que Bloom otorga a lo literario como acto creativo es muy superior a lo que la Crítica suele admitir. Ésta asume que el escritor pueda interpretar el Mundo de una forma distinta, señalando aquello que los demás no quieren ver o iluminando rincones oscuros, pero para Bloom el autor CREA EL Mundo y lo determina. El autor, el genio, el escritor perdurable es como Dios y, por tanto, su obra no está sujeta al tiempo o a las modas. Un autor es canónico en la medida que contribuye a la creación del Mundo. Nuestra civilización, estaba escrita antes de emerger y el código genético puede encontrarse en las obras de los autores canónicos como Shakespeare, Cervantes, Dante... y no muchos más.
Judío no practicante, y por tanto hereje, tradicionalista, en un sentido no reaccionario, Bloom hurga en la tradición literaria del mismo modo que el arqueólogo o el paleontólogo lo hacen en las excavaciones o en los yacimientos fósiles, no se busca una explicación del 'hombre que fue' sino del 'hombre que es' o del 'hombre que será'.
Jordi Llovet, insinúa en El País (17/09/05) que Bloom es seguidor de la ortodoxia judía aun cuando reniegue: "nada de bromas con las palabras puesto que éstas son el eco del Verbo y un impulsor del comportamiento del hombre y de las sociedades". Diríase que Bloom es un judío que cambia La Tora por los dramas de WS.
Los neodarwinistas sostienen que la evolución es el resultado de la selección natural, un proceso mediante el cual las variantes genéticas más aptas son las que sobreviven, y por tanto las que se reproducen y acaban prevaleciendo. Para los neodarwinistas, la selección genética es un proceso gradual y progresivo en el cual la Naturaleza moldea el devenir sin la intervención de otras fuerzas. Los ‘saltacionistas’ defienden que la evolución se produce ‘a saltos’. Eventualmente se produce una mutación genética importante que genera un MONSTRUO, la mayoría de los monstruos son inviables, pero hay algunos que progresan imponiendo su novedoso genoma al resto de la especie. Hay quien defiende que la diferencia entre neodarwinistas y saltacionistas es sólo aparente puesto que, en definitiva se trata de una cuestión de tempo; el proceso es gradual, según unos, y brusco según los otros. Yo pienso que, en la trastienda de esta polémica, se encuentra una discrepancia fundamental. Mientras los neodarwinistas aceptan que la Naturaleza es el sustituto de la divinidad en la creación de nuevos seres, los saltacionistas engrandecen la figura del Monstruo (el mutante) como si fuera él quien se impone a la Naturaleza y no al revés. Para saltacionistas la Naturaleza es el efecto del Monstruo y para los neodarwinistas el Monstruo es el efecto de la Naturaleza. Cámbiese MONSTRUO por GENIO y obtendremos la teoría de Bloom: El genio inventa el hombre nuevo que se impone al arcaico, los hombres nuevos forjan nuevas eras, nuevas culturas, nuevas sociedades.